Ayer por la tarde nos fuimos de ruta por las alcarrias de Huete, aprovechando la bendita temporada baja que nos deja algún que otro domingo libre. Después de dar unos cuantos tumbos caímos por la antigua iglesia románica de Caracena. Aún quedaba luz, de diáfana tarde decembrina, y por eso de la asociación de ideas acabamos en el cercano despoblado de Uterviejo, por el que hace años que no parábamos.
Allí sigue su media iglesia románica, como siempre, como cortada a cuchillo por la mitad, con sus muros torcidos y desmochados en el medio de ninguna parte, soportando incuria y olvido cada vez más en precario; y allí siguen sus Cuevecillas de los Moros, talladas en la ladera desde tiempo inmemorial.
No es que Uterviejo sea gran cosa desde el punto de vista del atractivo turístico o del atractivo a secas, pero es un curioso lugar, y es simbólico, quizás demasiado simbólico en estos tiempos en los que hemos dejado de hablar de desarrollo rural para empezar a hablar de despoblación. Mal asunto cuando se desvanecen los eufemismos en el propio discurso oficial.
De vuelta en casa estoy consultando bibliografía y hay bastante, para mi sorpresa. Uterviejo (es decir, "odre viejo") era aldea de Huete, sexmo de Caracena. Hoy sigue siendo parte del extenso término de Huete. Debió de surgir con la repoblación del alfoz optense en la segunda mitad del siglo XII. Aparece citado por primera vez en 1491. En 1569 tenía veinte vecinos (80-100 habitantes), en 1580 la cifra se había reducido a doce (45-60 habitantes) y en 1654 sólo quedaban ocho, unos 30-40 habitantes. Las cifras son paralelas en porcentaje a las de tantos lugares, que están sufriendo con dureza la crisis del siglo XVII, pero aquí el lugar era pequeño y la pérdida de población abocó rápidamente al colapso demográfico. No obstante Uterviejo tuvo que seguir poblado cada vez más en precario hasta muy comienzos del siglo XVIII. En 1706 pasa a señorío, lo que quizás fue la puntilla: Felipe V lo entrega al Marqués de Santiago, Francisco Esteban Rodríguez de los Ríos, abastecedor real de tropas, en permuta de las deudas que la Corona tenía contraídas con éste, que las guerras cuestan sus buenos cuartos. En 1728 ya aparece un Despoblado de Utel Viexo en un códice y mapa firmado por un Bartolomé de Alarcón, y que cita Torres Mena. El hecho de que aún pagase 1128 reales de Reales Derechos apunta a que la despoblación debía ser muy reciente. Luego aparece en un buen número de mapas del siglo XVIII (y hasta del XIX), pero como despoblado o como dehesa. El Catastro de Ensenada de 1754 dice que ya sólo quedaba en pie la iglesia.
La parroquia de San Miguel de Uterviejo se construyó probablemente en el último cuarto del siglo XII en la descarnada sencillez del románico rural conquense. Tenía algunas similitudes con su hermana mayor la iglesia de Caracena, como un presbiterio profundo y un arco toral muy estrecho, que quizás fue derribado en 1625 para mejorar la visión de la cabecera. Los libros de visita informan de las vicisitudes de un templo humilde y con permanentes problemas económicos por la cortedad del vecindario. En 1569 el retablo estaba tallado pero sin dorar, la capilla mayor estaba cubierta pero no el resto del templo, que estaba al aire, seguramente por la pérdida de la parhilera original. Ello se solucionaría en 1582, cuando el carpintero y cantero Diego Gil de Ahedo firmó un contrato para "cubrir un pedaço de la iglesia del dicho lugar". En 1625 o poco después se debieron de hacer obras de cierto peso. Además del derribo del arco triunfal, se planteó una nueva torrecilla para dos campanas y una capilla para la pila, ambas a los pies. El proyecto adjunta un plano de la iglesia con las reformas previstas que no se corresponde a lo que hoy puede verse in situ, así que quizás no se ejecutó todo, o quizás no en el sitio previsto. Aquí y allá se habla de ajuar, que por las cantidades manejadas debe ser bastante pobre.
La parroquia sobrevivió a la extinción de Uterviejo, ya como ermita, y como ermita hubiese podido llegar hasta nuestros días de no haber sido derribada en 1832 para evitar que fuese refugio de "indigentes y delincuentes". El derribo no fue total, sino que la iglesia fue cortada en dos por el eje longitudinal, y sólo desapareció el lado sur, precisamente donde estaban portada, sacristía y presunta torre, la mayor porción de la cantería susceptible de reutilización. La pila bautismal, rescatada de usos infames, la guarda un vecino de Caracenilla.
En cuanto a las Cuevecillas de los Moros (el otro punto de interés del lugar) también tienen su gracia. Son una de tantas excavaciones alcarreñas en lomas y peñascos, variopintas en formas, épocas y usos, que hacen que la comarca, a tramos, tenga ciertos aires capadocios. En este caso se trata de pequeñas salas cuadrangulares, de baja altura, conectadas unas con otras y talladas en el yeso arcilloso de la ladera, bajo el abrigo de un estrato de arenisca algo más consistente. Con semejantes materiales se comprende que la erosión se haya puesto las botas y que una parte del complejo haya terminado ladera abajo. Lo que queda está cerrado por un pequeño muro y algunos ventanucos. Han sido vivienda de circunstancias, refugio, silo, palomar y a saber qué más, pero su origen y uso original no están claros. Quizás estén vinculadas, como zona de inhumación o cultual, con el vecino yacimiento del Cerro de los Oteros, del Bronce y Hierro. La subida es corta pero áspera, y mejor no intentarla después de fuertes lluvias, porque la ladera literalmente se deshace. Si uno no se hace acompañar de un colega cachas que le sirva de apoyo, es recomendable llevar una pequeña escalera doméstica para encaramarse a la portilla de entrada. En ese material es inútil cualquier tipo de anclaje. Cuidado dentro dónde se pisa. Por cierto, turísticas ya son: las cita Larrañaga en su guía de 1929: "En término de Caracenilla se halla el despoblado Uterviejo, en el que en un escarpe vertical y a unos doce metros del suelo (???) hay cinco o seis cuevas con aspecto de órbitas vacías y en su interior pequeñas cámaras con intercomunicación y fosas excavadas en el suelo". Pero no os preocupéis, viajeros que no turistas, que si caéis por allí vais a estar muy, muy tranquilos. Ah, el despoblado está a tres kilómetros al norte de Caracenilla, tomando el desvío de Bonilla y enseguida por buenos caminos. La coordenada es 40º10'13.80'' y 2º34'16.69'', tomada sobre los muros rotos de San Miguel de Uterviejo.
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