Ferrata del Estrecho de Priego
Las vías ferratas son algo a la vez muy antiguo y muy nuevo. Muy antiguo porque en montaña, desde hace siglos, los pasos comprometidos frecuentados con asiduidad se han equipado para facilitar el paso cotidiano. Entonces los que recorrían tales vericuetos solían ser pastores camino de los pastos de veranada, cazadores de gamuzas e incluso tropas de montaña, cuando las fronteras que se trazaban sobre plano en alguna remota cancillería recorrían sobre el terreno parajes sólo para las águilas.
Estas vías equipadas tradicionales solían ser (y son) rudimentarias en extremo, con el mínimo material (a menudo ni siquiera metálico) y para un personal bien curado de espanto. En el Atlas marroquí queda alguno de estos "caminos de pastores", a base de madera de sabina y enebro empotrada en las fisuras del esquisto, que ponen los pelos como escarpias al más bragado montañero. Eso sí, luego de madrugada toda la aldea de abajo (bereberes montañeses de pura cepa) se pone en marcha, y desde tiernos infantes hasta abuelas venerables se encaraman por la trocha aérea, sin apenas luz, hasta los prados de arriba a coger la flor del azafrán. Y tú allí, con la autoestima por los suelos...
Pero a lo que iba. Las ferratas contemporáneas arrancan en el siglo XIX, cuando aparece el montañismo moderno y con él entra en acción un nuevo personaje: el herrero del pueblo. No es que antes no hubiese hierro, es que era caro y sin acerar. Pero ahora la Revolución Industrial y el horno Martin-Siemens han abaratado el producto hasta tal extremo que te puedes permitir meter 40 ó 50 barras en una pared por lo que te cuestan cuatro biere von Fass servidas por una guapa fräulein. Eso sí, las justas, no porque el herrero te las cobre caras, sino porque hay que subirlas a la chepa hasta donde Cristo pegó las tres voces, y si te podías ahorrar el peso de un par de ellas en la mochila, pues mejor, y a los paticortos que los jo...roben. Las primeras vías ferratas se instalan en los Alpes, sobre todo en las Dolomitas, de donde quedará su denominación italiana. Otras zonas, como la Baja Sajonia y sus torres de arenisca, no les fueron muy a la zaga. De estas instalaciones de pura artesanía, ya montadas con una mentalidad alpinista, deriva la ferrata deportiva moderna.
En España la zona pionera (como casi siempre en montaña) fue el Pirineo. Todavía hoy Aragón y Cataluña acaparan el mayor número de vías ferratas. A partir de ahí se han extendido a gran velocidad por toda la geografía nacional, con grandes diferencias entre comunidades. Las vías ferratas están de moda (llevan 20 años de moda en todo el mundo) y son recursos turísticos muy importantes para las comarcas donde se instalan.
Una vía ferrata no es una vía de escalada tradicional. Su principal atractivo es que permite sentir la emoción de las grandes paredes a practicantes que carecen de la preparación para acometer una escalada clásica. De ahí también que en la escalada artificial o deportiva siempre se las haya mirado con cierta inquina que se va superando poco a poco, porque hay ferratas tan técnicas que hacen sudar la gota gorda a escaladores expertos. Con un material relativamente simple (pero completamente necesario), una preparación sencilla, una forma física básica y una buena dosis de valor torero, casi cualquier persona puede entrar en una ferrata de iniciación. El grado, como todo en montaña, va de 1 (muy fácil) a 6 (extremadamente difícil). Bueno, de K1 a K6 (la K viene por Klettersteig, nombre alemán del invento). Las ferratas modernas, con completa vocación deportiva y lúdica, incorporan puentes, pasamamos, tirolinas, péndulos y otros elementos para hacer más atractiva la progresión por ellas, habitualmente en entornos naturales privilegiados.
Su impacto económico es enorme, y sorprende a los neófitos de este tipo de turismo. Una vía ferrata de renombre puede atraer miles de personas al año, normalmente con un nivel económico superior al del escalador deportivo habitual (simplemente porque suele ser un practicante de edad más avanzada). Aunque algunas son de pago, la mayor parte son de acceso libre, y han sido costeadas por grupos de acción local, clubes o federaciones deportivas, asociaciones de empresarios o administraciones públicas, buscando los pingües ingresos indirectos que crean estas instalaciones en el entorno.
Cuenca va con un gran retraso en lo que a vías ferratas se refiere. Ésta de Priego es una sólida ferrata, bien instalada, con buen material y buen ojo de instalador. Realmente son dos instalaciones distintas, una K3 y una K4, que se recorren en direcciones opuestas y se unen en un descenso equipado de grado K1, por lo que pueden hacerse de forma independiente. La K3 está preparada para escuela y para niños a partir de 1,20 de estatura (grapas cercanas y saltos cortos de línea de vida). La K4 es bastante técnica, con un par de pasos gloriosos, ya para gente con ciertas tablas. Lo mejor de ambas es sin duda el lugar, que es pura poesía en gris y verde.
Estas vías equipadas tradicionales solían ser (y son) rudimentarias en extremo, con el mínimo material (a menudo ni siquiera metálico) y para un personal bien curado de espanto. En el Atlas marroquí queda alguno de estos "caminos de pastores", a base de madera de sabina y enebro empotrada en las fisuras del esquisto, que ponen los pelos como escarpias al más bragado montañero. Eso sí, luego de madrugada toda la aldea de abajo (bereberes montañeses de pura cepa) se pone en marcha, y desde tiernos infantes hasta abuelas venerables se encaraman por la trocha aérea, sin apenas luz, hasta los prados de arriba a coger la flor del azafrán. Y tú allí, con la autoestima por los suelos...
Pero a lo que iba. Las ferratas contemporáneas arrancan en el siglo XIX, cuando aparece el montañismo moderno y con él entra en acción un nuevo personaje: el herrero del pueblo. No es que antes no hubiese hierro, es que era caro y sin acerar. Pero ahora la Revolución Industrial y el horno Martin-Siemens han abaratado el producto hasta tal extremo que te puedes permitir meter 40 ó 50 barras en una pared por lo que te cuestan cuatro biere von Fass servidas por una guapa fräulein. Eso sí, las justas, no porque el herrero te las cobre caras, sino porque hay que subirlas a la chepa hasta donde Cristo pegó las tres voces, y si te podías ahorrar el peso de un par de ellas en la mochila, pues mejor, y a los paticortos que los jo...roben. Las primeras vías ferratas se instalan en los Alpes, sobre todo en las Dolomitas, de donde quedará su denominación italiana. Otras zonas, como la Baja Sajonia y sus torres de arenisca, no les fueron muy a la zaga. De estas instalaciones de pura artesanía, ya montadas con una mentalidad alpinista, deriva la ferrata deportiva moderna.
En España la zona pionera (como casi siempre en montaña) fue el Pirineo. Todavía hoy Aragón y Cataluña acaparan el mayor número de vías ferratas. A partir de ahí se han extendido a gran velocidad por toda la geografía nacional, con grandes diferencias entre comunidades. Las vías ferratas están de moda (llevan 20 años de moda en todo el mundo) y son recursos turísticos muy importantes para las comarcas donde se instalan.
Una vía ferrata no es una vía de escalada tradicional. Su principal atractivo es que permite sentir la emoción de las grandes paredes a practicantes que carecen de la preparación para acometer una escalada clásica. De ahí también que en la escalada artificial o deportiva siempre se las haya mirado con cierta inquina que se va superando poco a poco, porque hay ferratas tan técnicas que hacen sudar la gota gorda a escaladores expertos. Con un material relativamente simple (pero completamente necesario), una preparación sencilla, una forma física básica y una buena dosis de valor torero, casi cualquier persona puede entrar en una ferrata de iniciación. El grado, como todo en montaña, va de 1 (muy fácil) a 6 (extremadamente difícil). Bueno, de K1 a K6 (la K viene por Klettersteig, nombre alemán del invento). Las ferratas modernas, con completa vocación deportiva y lúdica, incorporan puentes, pasamamos, tirolinas, péndulos y otros elementos para hacer más atractiva la progresión por ellas, habitualmente en entornos naturales privilegiados.
Su impacto económico es enorme, y sorprende a los neófitos de este tipo de turismo. Una vía ferrata de renombre puede atraer miles de personas al año, normalmente con un nivel económico superior al del escalador deportivo habitual (simplemente porque suele ser un practicante de edad más avanzada). Aunque algunas son de pago, la mayor parte son de acceso libre, y han sido costeadas por grupos de acción local, clubes o federaciones deportivas, asociaciones de empresarios o administraciones públicas, buscando los pingües ingresos indirectos que crean estas instalaciones en el entorno.
Cuenca va con un gran retraso en lo que a vías ferratas se refiere. Ésta de Priego es una sólida ferrata, bien instalada, con buen material y buen ojo de instalador. Realmente son dos instalaciones distintas, una K3 y una K4, que se recorren en direcciones opuestas y se unen en un descenso equipado de grado K1, por lo que pueden hacerse de forma independiente. La K3 está preparada para escuela y para niños a partir de 1,20 de estatura (grapas cercanas y saltos cortos de línea de vida). La K4 es bastante técnica, con un par de pasos gloriosos, ya para gente con ciertas tablas. Lo mejor de ambas es sin duda el lugar, que es pura poesía en gris y verde.
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