Ángeles Gasset y la iglesia de Arcas
He de reconocer, y con no poca zozobra, que conocí a Ángeles Gasset el día en que… casi me atropella. De esto hacen cuarenta y pico años de nada, y el que escribe era un párvulo zagal de los aledaños de la Plaza Mayor de Cuenca. No piense el respetable que el incidente fue del todo por mi culpa, yo que he tenido más sensatez de crío que de adulto. Es que en la calle de San Pedro de entonces había más gente y mucha menos circulación, y mucho más lenta que hoy en día. Además, a ver quién era el guapo que le atizaba al acelerador con la fila de coches aparcados a la izquierda (según se subía), corregida y aumentada con el camión de Julián Quejido estacionado (por decir algo) justo enfrente del Dulcinea, afamado establecimiento, sobresaliendo una cuarta del resto. Si a esto añadimos una acera como mandan los cánones (y no el actual bordillo matapersonas) lo de correr al volante tenía miga, qué duda cabe. Así que fue salir de entre dos coches sin mirar más que lo justo, ver un bólido